¿Qué es lo estético?
Las definiciones sobre estética son muchas.
Quiero presentar solo dos: La de Mosej Kagan (1920) y la de Jorge Ruiz de Santayana (1863-1952). Este último dice: “El término estética es una palabra débil que se aplica recientemente en los ambientes universitarios a todo aquello que trata de las obras de arte o del sentimiento de lo bello”. Kagan, por su parte, ofrece un criterio con el cual nos resulta más fácil convenir: “La Estética es la ciencia de la apropiación estética de la realidad por el ser humano”. Está claro que aquí apropiación significa apropiación sensible; de lo contrario, lo definido estaría dentro de la definición.
Además, lo que Kagan nos brinda como su definición trasluce la naturaleza emocional de la percepción estética.
Asimismo, aisthesis es una palabra griega que significa “sensación, percepción sensible”. Pero, ¿qué es lo estético? Esta categoría, las más general de la ciencia estética, es lo más difícil de definir dentro de la misma. Tras muchas reflexiones al respecto, y tomando siempre distancia de establecer una ecuación entre “lo estético” y “lo bello”, llegamos a la conclusión siguiente: “lo estético” es lo que impresiona nuestra sensibilidad, nuestra esfera emocional.
Para ser consecuente con lo sobredicho, debemos dejar bien sentado que no es posible aceptar el verbo “estetizar” como equivalente de embellecer, a pesar de lo generalizado que ello está en la propia teoría estética. No hay siquiera que acudir a las múltiples categorías estéticas que hoy se reconocen; basta con recordar el propio grupo de las categorías estéticas clásicas.
Aparte de lo bello, pertenecen a esta: lo feo, así como lo sublime o elevado, lo bajo o vil, lo trágico y lo cómico; categorías distintas a la de lo bello.
Al igual que sucede con lo ético, lo estético no es solo una categoría de una ciencia filosófica; lo estético es igualmente un valor. Y del contenido de este valor, podemos predicar que este es la quintaesencia del resultado de las relaciones entre el sujeto humano y los fenómenos y objetos del mundo real, y de la realidad en su conjunto, así como de las obras de arte.
El hecho de que estetizar no es lo mismo que embellecer, debido a que lo estético y lo bello no constituyen lo mismo, no nos debe hacer olvidar que lo bello es una categoría estética; más aún, es, después de lo estético, la más importante categoría de la Estética. Recordemos que hasta el siglo XVIII, la Estética era considerada la ciencia de lo bello. Ello no era casual. La presencia de fealdades –y hasta bajezas- morales y materiales inevitables en la existencia, trataban de ser compensadas con un culto a la belleza (física sobre todo) en la medida posible. Se le buscaba casi insaciablemente, pero ante todo se le creaba. El arte, que era entonces solo expresión de lo bello, constituía el camino esencial para esto.
Pronto se advirtió que el refinamiento en las maneras, vestuarios, usos y costumbres, hacía la vida más grata y hasta encantadora. Entonces se le cultivó.
Ahora bien, se acabó por comprender que solamente la delicadeza moral genera un ambiente amable y digno, y esta es la condición sine qua non de la felicidad. Se habla mucho del amor para el logro de esta última. Ello es válido, pero sin respeto el amor, en sentido estricto, no existe.
Así pues, la delicadeza moral es un elemento básico de la “belleza de la conducta” y esta es una totalidad de lo ético y lo bello; es decir, el resultado de la fusión de esos valores. Y como lo bello no es sino una manifestación de lo estético, “la belleza de la conducta” es, después de “la actitud sublime”, la expresión más alta de las relaciones entre lo ético y lo estético.
… la delicadeza moral es un elemento básico de la “belleza de la conducta” y esta es una totalidad de lo ético y lo bello; es decir, el resultado de la fusión de esos valores.
¿Existe alguna relación entre el gusto y conocimiento? En qué forma se da, por qué se da, cómo se da, entre otros elementos.
En su Crítica del Juicio de 1790, Kant presenta su intento más acabado de fundamentación de la validez de los juicios sobre lo bello, o juicios de gusto.
Para ello estudiaría la estructura de estos juicios de acuerdo al método del análisis trascendental, donde lo primordial es buscar las condiciones de posibilidad de un juicio en sus componentes a priori, esto es independientes de toda experiencia empírica. Si la información sobre la belleza fuera empírica debería ser o bien radicalmente subjetiva –dependiente de los gustos de cada cual-, o bien debería ser posible establecer conceptualmente su objetividad; pero para Kant ninguno de estos caminos es válido. Según el filósofo, los juicios sobre lo bello son juicios reflexionantes. Esto implica que no existe ninguna determinación general que justifique su universalidad y necesidad, sino que existe una condición subjetiva de reflexión sobre lo particular que nos justifica a la hora de atribuirle universalidad al juicio. El principio del juicio reflexionante es el principio de la finalidad de la naturaleza para nuestras facultades de conocer, el juicio de gusto habrá de mostrarse como un caso de esta condición subjetiva.
El juicio de lo bello es además estético, por lo que será considerado una especie peculiar de juicio reflexionante. El juicio de lo bello se puede descomponer en cuatro instancias constitutivas: de acuerdo a su cualidad, es desinteresado; de acuerdo a la cantidad, aspira a la universalidad, de acuerdo a la finalidad no cumple con la realización de un concepto (esto es, que es un placer que carece de concepto o fin pero encuentra su fundamento en la adecuación –finalidad – hacia la estructura de las facultades de conocer); y de acuerdo a la modalidad es necesario. Es el resultado de la armonía entre las facultades de imaginación y entendimiento, libre de conceptos, inducida por la mera forma.
Encuentra en la negación de esta matriz sino en su expulsión del dominio del conocimiento humano o mejor, del conocimiento de los seres finitos. Por una reflexión similar ver Adorno Kant’s Critique of Pure Reason. Lecciones de 1959. Stanford University
Press, 2001: 5-7
Gusto, genio y conocimiento simbólico:
La aesthesis universal en la naturaleza y el arte
Actio 6 Marzo 2005 ISSN 1510-8082 13
Decimos que un objeto es bello cuando sentimos un placer que podemos descomponer analíticamente de este modo y cuyo fundamento encontramos en el uso de nuestras facultades cognoscitivas (imaginación y entendimiento).
En su Prólogo a la primera edición de 1790, Kant considera que de sus análisis puros aún queda pendiente el análisis de la facultad de juzgar. Esto requiere un estudio que permita estudiar el marco de aplicación de los principios de la razón y el entendimiento, a partir de las reglas que la facultad de juzgar se da a sí misma. Estas reglas de aplicación permiten luego establecer un nuevo límite con respecto a los límites tanto del conocimiento válido como de la metafísica legítima. La labor de la crítica de la facultad de juzgar, será encontrar un principio a priori propio de esta facultad, que deberá caracterizarse por regir la aplicación de la propia facultad judicativa, siendo así su propia regla la que legítima los conceptos universales aplicados a la experiencia sensible. Así, el sujeto trascendental deberá “instalarse” en los sujetos empíricos y funcionar regulando sus experiencias particulares no solo como cualquier marco categorial puede definir en términos generales los límites de lo pensable, sino ya regulando la propia experiencia sensible a posteriori. El sujeto trascendental se vuelve entonces activo, pero no en un sentido práctico, sino sentimental-subjetivo-trascendental. Es sentimental porque se manifiesta en una experiencia sensible del tipo del placer o el dolor; es subjetivo porque corresponde al modo de conocer del sujeto y no al objeto; y es trascendental porque caracteriza a ese modo de conocer universal y necesario.
Evidentemente esta formulación espanta cualquier pretensión de conversión a un kantismo ortodoxo, pues resulta una combinación epistemológica y psicológica difícil de asumir.6 Pero lo importante, creo, es que es una respuesta a un dilema perfectamente legítimo que es el del hiato mente
– mundo y que, con respecto a la analítica de los juicios estéticos Kant llamó el problema de la “comunicabilidad de una sensación.”
Esta comunicabilidad exige de una relación inmediata entre el sujeto y el mundo, pero a la vez compartible universalmente y considero que es la que hace a Kant afirmar tan enfáticamente la importancia de la crítica del juicio estético:
Esta perplejidad suscitada por un principio (ya sea éste subjetivo u objetivo) se encuentra principalmente en aquellos juicios que llamamos estéticos, los cuales conciernen a lo bello y a lo sublime de la naturaleza o del arte. No obstante, el examen crítico de un principio de la facultad de juzgar en tales juicios es la parte más importante de una crítica de esa facultad. Pues, aunque por sí solos no contribuyan en absoluto al conocimiento de las cosas, pertenecen únicamente a la facultad cognoscitiva y demuestran una relación inmediata de esta facultad con el principio del placer o displacer según un principio a priori, sin confundir éste con lo que pueda ser el fundamento para determinar la facultad de desear, toda vez que ésta tiene sus principios a priori en conceptos de la razón.7
6 Paul Guyer ha tratado de defender que está interacción entre el plano psicológico y epistemológico es en Kant consciente y fundada, pero su argumentación no resulta satisfactoria. Comparto la observación de Valentín Ferdinan a este respecto.
Mónica Herrera
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La relación inmediata entre el sujeto y el mundo (o la representación dada a la imaginación si se quiere mantenerse apegado a los aspectos más idealistas de la propuesta kantiana), se da a partir de un sentimiento vinculado a las facultades de conocer que no se deriva de una intencionalidad surgida de la voluntad sino que se encuentra de forma ocasional, en experiencias particulares, cuya universalidad solo puede explicarse apelando a “la idea de un sentido comunitario, esto es, una facultad de juzgar que en su reflexión presta atención al tipo de representación de todos los demás pensamientos (a priori) para, por así decirlo, atener su juicio a la razón humana global y sustraerse así a la ilusión que a partir de de las condiciones subjetivas privadas, las cuales pueden fácilmente considerarse objetivas, tendría una influencia perjudicial sobre el juicio.”8 El procedimiento parece ser el de abstraer todo aquello que de material y privado pueda tener el juicio y rescatar los aspectos formales (aunque no conceptuales) de la representación o del estado de las facultades en la representación de modo tal que la representación se presente como adecuada para el conocer en general pero de un modo diferente en el que son adecuados las intuiciones esquematizadas cuando se le aplican las categorías.9
La formulación kantiana no es clara, al margen de sus intenciones de que al pensar se aspire a un sentido de la intersubjetividad por el cual tendamos a concentrarnos en aquellos aspectos de la experiencia comunes a todo el mundo. La idea de una representación que no lleva ya de suyo el marco conceptual que permite identificar que se trata de “algo” también es confusa.
Tal vez sea importante aquí recordar que lo que intenta Kant es hacer lugar para la posibilidad de conocer algo más que un objeto en general, es decir, conocer algo más de las cosas en sí mismas y en su necesidad tal y como deben ser de acuerdo a los conceptos que las hacen posibles (tal y como ocurrirá en la crítica del juicio teleológico o reflexionante objetivo). La idea de sujeto universal de conocimiento de acuerdo a las posibilidades de la experiencia quedó asentada en base a una peculiar relación con la empirie y con el plano de lo inteligible, retomando la conocida máxima de Hegel podríamos adaptarla aquí de la siguiente manera: lo real es racional aunque solo podamos afirmar esto a partir de objetos particulares y con relación a las condiciones subjetivas de valorar su racionalidad o si se quiere de su racionalización. La aproximación a la belleza es de ambos tipos: se caracteriza por una carga de sensibilidad peculiar que obliga a Kant a distinguirla de lo agradable y el placer meramente subjetivo, pero a la vez se funda en un acuerdo entre la representación dada (en lo que tiene de universal, o representación apta para un conocimiento en general) y el mundo del pensamiento (respondiendo a un libre acuerdo de las facultades de imaginación y entendimiento).
7 Ak. V 169
8 Ak. V 293
9 “De hecho, en la coincidencia de las percepciones con las leyes según los conceptos universales de la naturaleza (las categorías) no encontramos dentro de nosotros el más mínimo efecto sobre el sentimiento del placer, porque el entendimiento procede aquí necesaria e intencionalmente según su naturaleza: de otro lado, descubrir la compatibilidad de dos o más leyes empíricas heterogéneas bajo un principio que abarque ambas es el fundamento de un placer muy notable y a menudo hasta de una admiración, incluso de una admiración que no cesa a pesar de estar ya bastante familiarizado con su objeto.” Ak. V 187 Al margen de que las categorías sean parte constitutiva de la legalidad de las leyes empíricas, la diferencia entre dos leyes diferentes no se funda necesariamente en la heterogeneidad de las categorías aplicadas sino de las instancias concretas que la naturaleza ofrece en su diversidad y que solo pueden reconocerse a posteriori.
Gusto, genio y conocimiento simbólico:
La aesthesis universal en la naturaleza y el arte
Actio 6 Marzo 2005 ISSN 1510-8082 15
Hegel emprende de forma acérrima, una lucha en contra del dualismo kantiano entre sensibilidad y conocimiento y sostiene que por el contrario el arte es un ―ambiente‖ entre ambos. El arte es para Hegel un elemento capital para la cultura y su desarrollo. Según él, el arte se define por la Idea, es la manifestación o la apariencia sensible de la Idea: es la Idea platónica, el modelo encarnado en la cosa particular. En este mismo sentido la estética es una ciencia del arte integrada en un proceso dialéctico metafísico. Por esto, excluye la belleza de la naturaleza. No hay belleza por debajo de la fase del espíritu absoluto; únicamente se encuentra en el espíritu opuesto a sí mismo.
O como mejor nos lo recuerda Federico Schiller: ―La belleza enlaza y suprime dos estados opuestos… conduce al hombre, que sólo por los sentidos vive, al ejercicio de la forma y del pensamiento; la belleza devuelve al hombre, sumido en la tarea espiritual, al trato con la materia y el mundo sensible9‖. La belleza, considera Shiller, es un estado intermedio entre la materia y la forma, una manera de poder conciliar dos puntos opuestos y al parecer irreconciliables, no obstante, esos dos estados opuestos los enlaza la belleza, por lo cual se diluye la oposición y se convierten en coadyuvantes de lo que significa la belleza.
¿Qué quiso decir Kant cuando afirmó
"La complacencia que determina los juicios del gusto es ajena a todo interés. Llamamos interés a la complacencia que lleva aparejada para nosotros la representación de la existencia de un objeto"
Significa de una parte que el hombre tiene representaciones en la mente y de otra que la complacencia es ajena a esta (ajena a todo interés) y pertenece al objeto. Es el dualismo “en pasta” entre sensibilidad y conocimiento.
El conocimiento es en Kant, la adecuación de los datos procesados con la razón y el pensamiento con las verdades universales.
La complacencia es la actitud de los sentidos (que él no niega) frente al objeto, es aquí donde el desinterés y la imparcialidad permiten al hombre complacerse en lo bello sin concepto.
El conocimiento es en Kant, la adecuación de los datos procesados con la razón y el pensamiento con las verdades universales.
La complacencia es la actitud de los sentidos (que él no niega) frente al objeto, es aquí donde el desinterés y la imparcialidad permiten al hombre complacerse en lo bello sin concepto.
BIBLIOGRAFIA
· Espaciolaical.org/contens/10/2223.pdf (Juan L. Martínez Montalvo) Persona: ética y estética
· Cardozo, John Jairo (2007). Modulo curso de estética. UNAD
· Herrera, Mónica. Gusto genio u conocimiento simbólico.
· Goyofiloso.blogspot.com/.../relacion-entre-gusto-y-conocimiento-una.html -
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